Para intentar resucitar el espectro de la Roma imperial, la burguesía financiera europea inventó el euro, un sestercio de mierda, una imitación del dólar, una patente de corso para millonarios que a los pobres sólo nos supuso un ancla al cuello. Diez años después, la jugada ha resultado todo un éxito financiero y una absoluta catástrofe económica, con varios países al borde de la quiebra, millones de parados husmeando en la basura y familias enteras desahuciadas mientras piaras de indecentes gobernantes se dedican a facilitar el expolio a los banqueros.
La creación del euro como moneda única de los países de la Unión Europea, se dio en base de que los Estados mantuvieran control sobre su política fiscal, pero cedieron completamente su soberanía sobre la política monetaria que es regida desde el Banco Central Europeo. Esta situación llevaba implícita desde su creación, una bomba de relojería al generar desde el principio un desequilibrio que, con el paso del tiempo se iría reflejando en una brecha cada vez más grande entre las políticas monetarias emanadas desde Europa y la política fiscal diversa y muchas veces contradictoria de los países de la zona euro.
Ahora que la crisis global del capital se traduce en una incontrolada crisis de la deuda, se comienza a demostrar la gravedad de esta incompatibilidad entre lo monetario y lo fiscal. Es así que el Estado español, sin ningún control sobre la política monetaria, sin la capacidad por tanto de emitir dinero que dinamice el
mercado para financiarse, está preso de la colocación de bonos de deuda en los mercados financieros en los que, los especuladores financieros ganan muchísimo dinero, apostando a la baja de la deuda española y obligando al pago de intereses cada vez más altos que ya rondan el 7% y que los hace definitivamente insostenibles. Por otra parte ante la presión de solventar esta deuda cara y creciente, en política fiscal se ha decidido por el camino de, por una parte subir los impuestos, fundamentalmente los que más afectan a las familias tal es el caso del IRPF o el IVA y, además incumplir flagrantemente obligaciones en materia sanitaria, educativa y de servicios sociales por el camino de brutales recortes que ponen en peligro la sostenibilidad de sistemas que son responsabilidad del Estado. En una política impuesta evidentemente desde Europa, pero que va más allá inclusive de las tesis del ultraliberalismo, al combinar perversamente la privatización de todo lo público con la subida de impuestos.
Por otra parte la Unión Europea y sus instituciones, en particular el Banco Central Europeo, que no es más que un complejo lobby de banqueros y especuladores financieros de élite, han decidido que la compatibilización de lo monetario y lo fiscal pasan directamente por la abierta imposición de políticas fiscales a los países que van, dados los intereses a los que responden dichas instituciones, por el camino de obligar a los estados a que prioricen el pago de la deuda por encima de las obligaciones sociales (artículo 135 de nuestra Constitución), imponiendo políticas de austeridad y control del déficit público que ahogan a los sectores productivos, ahondan la recesión económica y finalmente empobrecen a la población a pasos agigantados.
Es así que, la tendencia clara y cada vez más acelerada es hacia la construcción de una Gran Dictadura Financiera Europea que, en virtud de mantener el orden económico pulverice, no solamente los derechos sociales y laborales que ya están en franco deterioro, sino las más mínimas libertades democráticas. Una combinación de ultraliberalismo económico, sumisión absoluta a los designios del capital financiero y un fascismo político de cuño duro que reprima con violencia la oposición a estas políticas. La respuesta cada vez más violenta y coercitiva hacia el descontento social desde los cuerpos represivos en los diversos estados, sumada al auge de las extremas derechas que conviven y, en muchos casos cogobiernan con los grupos conservadores en los países europeos confirman esta sentencia.
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