En los viejos tiempos, cuando el PSOE disponía de amplia mayoría absoluta y Felipe González era el líder indiscutido e indiscutible, una comisión de la Iglesia católica pidió entrevistarse con él para hacer lo de siempre: quejarse de la discriminación (incluso de la persecución) que sufrían y pedir reparaciones al respecto.
La respuesta de González fue clara y contundente. Les instó a que le nombraran un solo país del mundo donde la Iglesia Católica tuviera más privilegios y consideración por parte del Estado que en España, y entonces él se comprometería a aplicarles a ellos el mismo trato en los aspectos sociales, educativos y económicos. Es obvio que los curas no aceptaron la propuesta.
Desgraciadamente, las palabras de González se quedaron, como siempre, en palabras, y la iglesia ha ido creciendo en influencia desde entonces, lo cual no deja de ser una paradoja en un país donde cada vez hay menos creyentes declarados, en donde más de la mitad de los niños nacidos no son bautizados y en donde el 75% de los ciudadanos se declaran no practicantes.
La respuesta de González fue clara y contundente. Les instó a que le nombraran un solo país del mundo donde la Iglesia Católica tuviera más privilegios y consideración por parte del Estado que en España, y entonces él se comprometería a aplicarles a ellos el mismo trato en los aspectos sociales, educativos y económicos. Es obvio que los curas no aceptaron la propuesta.
Desgraciadamente, las palabras de González se quedaron, como siempre, en palabras, y la iglesia ha ido creciendo en influencia desde entonces, lo cual no deja de ser una paradoja en un país donde cada vez hay menos creyentes declarados, en donde más de la mitad de los niños nacidos no son bautizados y en donde el 75% de los ciudadanos se declaran no practicantes.
La cuestión de la laicidad del Estado, es algo incuestionable en naciones tan admiradas por nuestros gobernantes como la Alemania de Angela Merkel o la Francia de Nicolas Sarkozy, sin embargo el catolicismo resulta imprescindible para los sucesivos gobiernos de la derecha (PP y PSOE), en nuestro país ni tan siquiera se cuestiona la rescisión de Concordato por el que la Iglesia Católica recibe subvenciones del Estado y comunidades autónomas mas de 11.000 millones de euros anualmente, nuestro gobierno reciente ha aumentando sus privilegios adelantándole mensualmente su parte en el pastel del IRPF.
Necesitamos la laicidad del Estado para que los diferentes credos que conviven en España se autofinancien con recursos propios y con las aportaciones de sus fieles. Desde todo punto de vista la Iglesia Católica debe dejar de ser un actor importante en cuestiones de salud pública como el aborto y la eutanasia o muerte digna o en cuestiones de ampliación de derechos como la ley de matrimonio homosexual y debe acabar su influencia en la educación pública, pero sobre todo necesitamos la laicidad del Estado para que los jerarcas católicos den sus sermones en el púlpito de sus parroquias y catedrales, la opinión de estos no puede ni debe tener mas valor que la de cualquier ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario